En el Perú, la política se ha convertido en un espectáculo grotesco
de desconexión con la realidad.
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POR: EDUARDO HERRERA AYAY |
Sí, leyó bien: 42 mil soles mensuales. Un aumento que insulta a cada trabajador que se levanta de madrugada para tomar dos micros rumbo a su trabajo, que indigna a cada madre que hace milagros para alimentar a sus hijos con un sueldo que no alcanza ni para la canasta básica, y que humilla a cada paciente que espera horas en postas médicas y hospitales que carecen de medicinas.
Los impulsores de esta propuesta no se esconden. Nombres como Alejandro Soto (APP), Martha Moyano (Fuerza Popular) y Wilson Soto (Acción Popular) se repiten en los pasillos del Congreso con el mismo argumento: “hay que pagar más para atraer a los mejores”. ¿Los mejores? ¿De verdad alguien cree que quienes hoy ocupan curules, muchos de ellos manchados por denuncias, escándalos de recortes de sueldos a trabajadores y blindajes vergonzosos, representan a “los mejores”?
La excusa de “combatir la corrupción con más sueldo” es una burla. La historia demuestra que quien es corrupto roba con 10 mil, con 15 mil o con 50 mil soles. La honestidad no se compra en planilla, se cultiva en la ética y el servicio. Pretender disfrazar un aumento obsceno bajo ese pretexto es un insulto a la inteligencia del ciudadano.
Pero lo más indignante es la memoria selectiva del Congreso. En el año 2018, mediante referéndum, el pueblo peruano dijo NO a la bicameralidad. La ciudadanía habló claro: no queríamos más congresistas ni más gastos. Sin embargo, el Parlamento decidió darle la espalda a ese mandato popular, forzando el retorno de un sistema que ya habíamos rechazado en las urnas. Y ahora, como si eso no bastara, buscan llenarse los bolsillos con un sueldo de élite, pagado con el hambre de millones.
El Congreso no legisla para el pueblo: legisla para sí mismo. Y este intento de aumento salarial lo confirma. Mientras los chalacos sufren extorsiones a diario, mientras los niños de la sierra mueren de anemia y mientras los hospitales siguen colapsados, nuestros “padres de la patria” solo piensan en blindarse, perpetuarse y enriquecerse.
No se trata de política, se trata de un asalto descarado al presupuesto de todos los peruanos. Un Congreso que desconoce la voz del pueblo, que ignora los resultados de un referéndum y que aun así pretende triplicar sus privilegios, es un Congreso que no merece respeto.
En el 2026, el voto popular tendrá la oportunidad de ajustar cuentas. Si hoy intentan ganar 42 mil soles, que se preparen: en las urnas, se los bajaremos a cero.
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