Las críticas al censo 2017 han girado alrededor de la desgraciada violación a una empadronadora, los numerosos hogares e incluso edificios que no fueron censados y los sospechosos convenios con algunas universidades. En cambio, se ha discutido poco sobre las serias deficiencias que tuvo el censo en su aplicación debido a la longitud del cuestionario y a la mala preparación de un buen número de empadronadores.
El cuestionario tenía 45 preguntas generales y luego 30 para cada integrante del hogar, es decir, en un hogar de 5 personas debían aplicarse casi 200 preguntas. El manual del censo tiene 100 páginas y demandaba muchas horas de capacitación para poder aplicarlo bien. Lamentablemente, muchos empadronadores captados a última hora recibieron solo una explicación apresurada de su tarea y como consecuencia cometieron una serie de errores.
La insuficiente preparación de muchos empadronadores podría haber distorsionado gravemente los resultados de por lo menos 10 preguntas:
1. “¿Cuántas habitaciones tiene en total la vivienda, sin contar el baño, la cocina, los pasadizos y el garaje?”. Algunos entendieron que “habitaciones” se refería a dormitorios, cuando el censo se refería a ambientes. Es decir, la sala, el comedor, un cuarto de estudio, también calificaban como habitaciones y en muchos casos no fueron considerados.
2. “¿Su hogar tiene… conexión a Internet?”. Algunos interpretaron que la respuesta era afirmativa solo si la vivienda tenía Internet fija, cuando la respuesta debía incluir la Internet móvil. Es decir, bastaba con que un miembro del hogar tuviese acceso a Internet a través de su celular para que la respuesta fuese positiva.
3. “¿Hace 5 años, desde octubre del 2012, vivía en este distrito?”. La confusión en este caso provenía de la propia redacción de la pregunta. Algunos contestaron por un momento específico en el tiempo –hace 5 años– y otros por un período continuo –desde octubre 2012–, es decir, si se había vivido parte de ese período en otro distrito, respondieron negativamente la pregunta, cuando la respuesta debió ser positiva.
4. “La semana pasada, ¿cuál es la ocupación principal que desempeñó?”. Algunos respondieron por su profesión, cuando la pregunta se refería a la ocupación a la que dedican más tiempo. Por ejemplo, los abogados taxistas deberían haber contestado taxista, no abogado. Esta pregunta tenía la complejidad adicional de que era abierta. Es decir, el INEI tiene que tabular ahora millones de respuestas manuscritas.
5.“¿Tiene alguna dificultad o limitación permanente para ver, aun usando anteojos?”. Esta pregunta buscaba identificar a las personas con carencia o disfunción grave de la visión, pero estaba formulada de manera compleja y, en un país en el que la mayoría no pasa la prueba PISA de comprensión de lectura, se entendió que si usabas lentes, ya eras discapacitado. El mismo error se habría producido en otras 5 preguntas sobre dificultades para oír, hablar, moverse y, más aun, entender y relacionarse con los demás.
No hay una receta única para hacer un censo, pero los que mejor funcionan en nuestros días son los que emplean varios métodos según el grupo objetivo (puerta a puerta, telefónico, Internet y en centro de atención, como en México); cuestionarios breves (en Estados Unidos son 10 preguntas por persona); en períodos largos (en Colombia dura tres meses); o en dos fases (en España se hace primero un empadronamiento general básico y luego un cuestionario más detallado para el 12% de la población).
El riesgo de haber usado cientos de miles de empadronadores inexpertos no es solo que hayan aplicado mal el cuestionario, sino que hayan omitido preguntas para acabar más rápido. En los tiempos en que las empresas encuestadoras trabajábamos con lápiz y papel, ese era el mayor riesgo. Por eso se supervisaba el 30% del trabajo de cada encuestador, cosa que es imposible hacer en un censo. Con las tablets con Internet, que usamos actualmente, ese riesgo desapareció, porque podemos escuchar las entrevistas tal como son efectuadas y verificar así que ninguna pregunta sea omitida o mal planteada.
Para salvar el censo es necesario completar el empadronamiento de los hogares omitidos y luego hacer una encuesta poscensal –con encuestadores muy bien preparados– a una muestra muy grande y representativa, de manera que se pueda ver qué preguntas del censose pueden validar y cuáles no. La primera fase del trabajo, que ya se está efectuando, permitiría obtener la información principal: número de hogares, personas y datos demográficos básicos. La segunda daría luces sobre las preguntas más complejas. Si los resultados de la encuesta poscensal salen diferentes a los del censo, los datos que deberían usarse son los de la encuesta, aunque la base no permita presentar cortes a nivel distrital. No tiene sentido económico y técnico repetir un censo que paralice el país para un resultado incierto, como el que vivimos el domingo 22.
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